Con los cambios legislativos de los últimos años hemos conocido las reivindicaciones que PATE, relanzada en 2020 como Producción Audiovisual Española, ha hecho sobre la figura del productor independiente. El adelanto electoral dejó en el aire la Ley del Cine y de la Cultura Audiovisual, muy esperada por incluir cuestiones tan relevantes para el sector como la obligatoriedad de ofrecer los datos de visionado en streaming o la definición del rol de productores. Hablamos de estas cuestiones con José Nevado, director general de PATE y ejecutivo experto y lobista, como él mismo se define.
Hace más de 30 años que se fundó la Asociación PATE, pero el peso a nivel nacional lo han ganado los últimos años…
Ha sido una coincidencia en el en el tiempo. Cuando llegó la pandemia, las distintas asociaciones de productores nos tuvimos que sentar muchas veces en reuniones de urgencia para buscar el bien común para el sector. Quedó claro en esos encuentros que la visión de una asociación que en su nacimiento era pura producción televisiva, era en realidad una visión de la industria del nuevo audiovisual donde convergían empresas que hacen todo tipo de producciones. Surgió la oportunidad de que un grupo de empresarios con una visión más industrial -aunque siempre cultural-, con intención de crecimiento, con ambición de exportar nuestro talento, nuestras ideas y nuestras historias, decidiera juntarse. Hoy tenemos una asociación en la que hay todo tipo de empresas.
«Es imposible que de fondos propios se pueda meter el 50% de un producto que se fabrica y se vende solamente una vez»
¿Cuál es su objetivo fundamental como asociación?
Como se ha discutido en muchos foros, también en EE. UU, la independencia y la diversidad de pensamiento y cultural es lo que garantiza que tengamos una sociedad sana y una visión democrática. Un productor no tiene por qué estar vinculado a las empresas que emiten sus contenidos. Lo que queremos son productores que tengan esa visión independiente y que después negocien con los proveedores los contenidos, porque es la única forma en la que nos garantizamos que la línea editorial de cualquiera de estos medios no sea determinante y férrea. Es la única forma de garantizar una visión democrática.
Hace referencia a la línea editorial, y justo lo que está en debate es la Propiedad Intelectual…
La propiedad intelectual (PI) es la base estratégica del valor de un país porque son las ideas. En el caso de la creación audiovisual, durante mucho tiempo se han mantenido ciertas reticencias a abrir el debate porque el modelo de negocio estaba concentrado en muy pocas personas, tanto en la producción como en la parte de la explotación, la exhibición o la emisión. Y creo que la Ley se ha quedado obsoleta y que hay que proteger a los creadores como individuos, pero también a las empresas que defienden los intereses de esos creadores, para que la riqueza que generan aporte valor al país.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan los productores independientes?
Uno de los grandes retos que tenemos y que no es de ayer, es que durante mucho tiempo los grandes emisores, las televisiones, tuvieron unos ingresos amplios debido a lo que era su negocio fundamental, la publicidad, y nunca se preocupaban de quedarse con toda la PI. Eran tiempos en los que un productor seleccionaba entre los distintos creadores qué ideas le convencían para lanzar un buen producto; le ponían precio, lo vendían, y siempre retenían parte de la PI, que en realidad era quedarse con el derecho a explotar esa PI para maximizar el rendimiento. Mientras estuvo el mercado publicitario bien e incluso cuando se llegó a hacer el famoso duopolio, por parte de las cadenas no había mucha preocupación por la PI, salvo en casos muy especiales de programas claves para mantener la audiencia. Pero llegó la crisis del 2008, en la que los ingresos empiezan a decrecer de manera importante, y donde al contrario de lo que pasó en el resto de Europa, nuestros grupos televisivos empiezan a ver no solo que ya no ingresan lo necesario con la emisión, sino que necesitan una serie de activos sobre los que apalancarse. A partir de ahí hay un cambio radical, donde el productor tiene que renunciar a mantener esa PI. Eso ha generado un precedente y ahora la producción independiente española es la más debilitada de Europa.
Y ese es el modelo que cuestionan ustedes…
Cuando de repente llega un player de nivel global defendiendo sus intereses porque tiene la necesidad de crear un portfolio de contenidos, y empieza a exigir quedarse con todas las ventanas de explotación, esa cesión que ahora se cuestiona a nivel europeo es lo que venimos sufriendo por la fortaleza de nuestros clientes. Aunque a veces se los dibuja como nuestros enemigos, no lo son, pero no hemos tenido la oportunidad de encontrar el momento para establecer unas relaciones que fueran más justas. Ahora mismo los grandes grupos mediáticos, que también tienen productoras y están negociando con las plataformas, se dan cuenta de que el modelo que han creado, a ellos tampoco les resulta tan interesante.
¿Cómo se cambia el modelo?
Cambiar el modelo cuando las reglas llevan ya tiempo establecidas es complicado y no creo que ponerle coto a los streamers, que tienen un modelo liberal, sea bueno. El mercado nos lleva a algo razonable y es establecer modelos que nos permitan acompañar el crecimiento del mercado, y eso es responsabilidad del propio país. Me refiero a apoyar desde el estado a un sector donde de cada euro de subvención se recuperan siete para las arcas públicas, donde la media de edad de los trabajadores es muy inferior a la media del trabajador español y tiene mucha paridad -no quizás en los roles más altos pero ahí hay asociaciones como CIMA haciéndolo muy bien-. Necesitamos olvidar que el audiovisual es solo una industria cultural y pensar que es una industria que hace cultura. Hay que montar un modelo industrial y eso pasa porque no haya que solicitar el apoyo de la administración como¡ se solicita la ayuda para hacer una obra de arte, los procesos deben ser livianos.
¿Tan malo ha sido el modelo actual?
El modelo cultural ha estado muy bien para salvar determinado tipo de contenido, pero ha llegado el momento, sobre todo si el sector es estratégico, de montar un modelo industrial. Esto significa que tenemos la oportunidad -como en EE. UU o Canadá, donde los incentivos fiscales superan el 50%-, de que en España seamos realmente competitivos a nivel global. Siempre hemos considerado el modelo francés como el modelo en el que reflejarnos, pero es un modelo de protección cultural, de evitar que el francés como lengua acabe de perder peso como les ha pasado a finales del siglo XX. A España le ha pasado lo contrario. Así que teniendo una herramienta tan interesante como la del español en vez de hacer un modelo cultural que proteja la lengua y los contenidos, nos toca hacer un modelo que permita que no solo nuestro talento, sino también el talento creativo de otros sitios de habla hispana acabe viniendo a España. Cuando se nos ha dado la oportunidad de tener una ventana internacional se ha demostrado que nuestros contenidos viajan muy bien. Pero lo hemos visto de manera fortuita. Para lograr lo mismo el gobierno de Corea del Sur montó programas que llevan 15 años funcionando y hemos eclosionado en el mismo momento.
¿No cree que quizás, sobre todo en el ámbito cinematográfico, los propios autores que tenían visibilidad, al reivindicar la cultura y a veces también la política, se han alejado de un modelo más industrial?
Sin lugar a dudas, aunque hay una contradicción: la cultura siempre va a estar politizada porque la cultura son ideas y estas tienen posicionamiento político, lo que pasa es que el tipo de cine que se ha estado haciendo a nivel local tenía una vertiente en la que solo se ha posicionado la izquierda, aunque no fuese el caso. Pero que tampoco ha habido nadie en la parte conservadora que haya querido posicionarse. Eso nos ha costado a la hora de hacernos entender. Más que pensar que cuando se hacía cine más político la gente no acudía, yo lo que creo es que no todas las películas eran buenas. Y es así de duro, pero podemos citar “Mientras dure la guerra” como ejemplo de película política que es un producto excelente. Nosotros como industria audiovisual hemos tenido que aprender mucho, cambiando la forma de hacer las películas. En España, con lo difícil que es sacar adelante una obra cinematográfica, las películas que querían que hiciéramos, y eso es lo que nos marcaba el ICAA, tenían un presupuesto de entre 2.100.000€ y 2.700.000€, lo que cuesta un corto en EE.UU. Y con este tipo de películas aún había productores capaces de meterse en proyectos de 6, 8, u 11 millones de euros. A finales de año los ingresos de taquilla mostraban que 8 o 10 películas hacían el 80% del total. ¿Eran las películas que quedaban por debajo innecesarias? Pues probablemente culturalmente no, pero desde el punto de vista industrial creo que sí, aunque es una visión muy radical.
«Necesitamos olvidar que el audiovisual es solo una industria cultural y pensar que es una industria que hace cultura»
Le quería preguntar por las mujeres en la industria, que siendo el 50% de los espectadores, no está representada su visión al 50%.
Las mujeres están infrarrepresentadas. Las redes de trabajo son redes sociales y son puentes de confianza. El núcleo duro de un proyecto audiovisual de ficción lo forman el productor, el director y el guionista y vista la dinámica de la industria, está claro que ha sido dominante la dinámica masculina. También antes éramos un país más machista.
¿Qué opina de las tensiones con respecto a la propiedad intelectual en EE. UU?
La huelga en EE.UU es fatal para ellos pero es una gran oportunidad para Europa y sobre todo para España. Nos enfrentamos a dos visiones del mundo: por una parte el copyright de los anglosajones y por otra el derecho de autor europeo, y nuestros creadores están más protegidos. Pero es una oportunidad de negocio porque el momento en el que más necesidad han tenido los grandes players internacionales de buscar alternativas ha sido cuando les han faltado contenidos en su casa. Hay una gran oportunidad de exportar nuestros contenidos de manera adecuada.
Leí un artículo suyo de opinión en El País y hablaba largo y tendido sobre las plataformas de streaming, las relaciones de los grandes grupos mediáticos y el marco regulatorio. ¿Cómo ve el mercado español ahora?
El mercado español está todavía por dar ese paso de crecimiento a un modelo de relaciones más justas. El momento de explosión se produjo en la negociación de la Ley General de Comunicación Audiovisual y esos cambios de última hora que nos sorprendieron a todos los que habíamos participado en la negociación y que fueron fruto del distanciamiento. Si hubiésemos tenido la oportunidad de sentarnos con las televisiones privadas, hubiéramos alcanzado un punto de encuentro. Porque fue un momento en el que sentimos que se incluía a un competidor que era juez y parte.
¿En qué sentido se sintieron agraviados?
El marco regulatorio en España para el audiovisual tiene cuatro o cinco leyes según como se mire. Una es la Ley General de Comunicación Audiovisual, que define quién es cada una de las entidades en el ecosistema y abre las puertas a la existencia de contenido europeo, el contenido independiente para garantizar la diversidad y la pluralidad de pensamiento. Después tenemos el tema de la Ley del Cine, que se nos ha quedado parada, que iba a venir a regular las ayudas. Por otra parte está la Ley del copyright, en la que queríamos demostrar que somos productores, porque si nosotros como productores, haciendo esa función de seleccionar y llevar a buen fin una obra, no nos quedamos con nada de PI, no acabamos siendo legalmente productores. ¿Cuál es nuestro rol entonces? En ese momento el plan que iba a articular las nuevas reglas del juego introduce un elemento de distorsión. Superadas las primeras tensiones, estamos mucho más cerca. Me arrepiento quizás del tono del artículo, pero la consecuencia es un acercamiento que está siendo muy útil para el sector.
Cuando llegaron los streamers a España se cambiaron las reglas del juego, sobre todo en el cine. ¿Cómo les ha afectado en el medio plazo?
En realidad los streamers fueron una salvación. Las reglas del juego habían cambiado previamente con la crisis financiera y las propias televisiones habían empezado a operar de la misma manera. Prácticamente la única cosa que cambiaba un poco era la exhibición en salas. En algunas televisiones públicas como Radiotelevisión Española ya se quedaban con todos los derechos internacionales de explotación de los productos en los que participaban. Eso te quitaba una ventana de explotación: el mundo. Y eso es una decisión empresarial pero casi autoral, porque pierdes la única oportunidad de tener un beneficio adicional que no esté establecido. En realidad las relaciones comerciales del sector están prácticamente reguladas por mercado y a veces ya ni siquiera por mercado, sino por políticas de compañía. Debemos de ser capaces de montar un modelo industrial, porque hoy en día si vas a hacer cine, la única puerta a la que puedes ir es la plataforma, viendo que no se está recuperando en la taquilla salvo que seas Santiago Segura. Por eso necesitamos un modelo industrial, si no vamos a ser colonizados por
los superhéroes y grandes blockbusters mundiales.
«Los streamers fueron una salvación»
¿Ese modelo industrial lo tienen claro?
Clarísimo. Para sacar adelante un proyecto audiovisual, la aportación que debe hacer un productor tiene que ser del 50%. En un negocio de tanto riesgo es imposible que de fondos propios una empresa pueda meter el 50% de un producto que se fabrica una vez y se vende solamente una vez. A nivel de riesgo es inviable. Si te sale muy bien es muy beneficioso pero si te sale muy mal es una pérdida muy grande, sólo funciona si hay mucha producción. De cada euro metido se producen siete, y eso con unos incentivos del 27%, y planteamos un modelo industrial en el que para los productores independientes los incentivos fiscales lleguen a un 50%, que obligue a que parte de la PI se quede en el país y que no sea tan complicado montar las estructuras financieras en las que ahora los que realmente ganan dinero son los intermediarios. Queremos abaratar ese coste para las arcas públicas, que sea una relación entre el productor y el Ministerio de Hacienda. Incluso se podría evaluar la posibilidad de devolver parte de ese incentivo para que se quedase en las ayudas que se están estableciendo. La ventaja que tiene vincular ese incentivo fiscal a un productor independiente es que el activo que se queda aquí, no se va a una plataforma extranjera.
El Gobierno anterior puso en marcha el plan “Spain Audiovisual Hub” que incluía incentivos fiscales específicos. ¿No ha generado esa intervención más mercado?
Parecía que la capacidad de inversión en contenidos de las plataformas era infinita. Se ha visto que hay un tope. Una vez llegado ese tope, podríamos tratar de funcionar de dos maneras: con el plan que puso en marcha el Gobierno -lo que ha dado tiempo-, que nos transforma en empresas de servicios que estamos generando contenidos que van a explotar otros fuera, o que nosotros como empresarios estemos a un nivel de capitalización que como sector no tenemos. Esto es un problema global, a excepción de EE. UU, Corea e Israel. Tenemos que ser capaces de inyectar esos recursos a empresas privadas que sacan producto. Nadie se cuestiona que las fábricas de coches o que los astilleros o que las industrias de los microchips estén incentivadas y estén apoyadas y al final son necesarias, generan riqueza y crecimiento y son rentables. Es ahí donde hay buscar las oportunidades.
¿Qué mensaje mandan al nuevo Gobierno?
Ya hemos demostrado que podemos ser ese sector estratégico que el anterior gobierno planteó, así que ha llegado el momento de desarrollar un modelo industrial. Y tiene que ser importante, porque puede ser muy relevante.
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