LOS CINES LYS, UBICADOS EN EL CENTRO DE VALENCIA, CONSTITUYEN UN VERDADERO CASO DE ESTUDIO, AL SER EL ÚNICO EXHIBIDOR ESPAÑOL COMPLETAMENTE INDEPENDIENTE QUE FORMA PARTE DEL TOP 15 DE LA RECAUDACIÓN EN SALAS. REPRODUCIMOS A CONTINUACIÓN UN ANIMADO DIÁLOGO CON SILVINO PUIG, DIRECTOR DE PROGRAMACIÓN Y SERVICIOS GENERALES DE ESTOS MÍTICOS CINES.
Encontrarse con Silvino Puig es en sí un evento. No hace falta ni un minuto de conversación para percibir su extraordinaria pasión tanto por el negocio al que representa como por el producto que exhibe. Tiene uno la impresión, hablando con él, de encontrarse ante un cinéfilo químicamente puro, capaz de desencadenar una reacción en cadena de pasión por el cine en cualquiera que quiera escucharle. Locuaz, divertido y sonriente, nos concede una entrevista aprovechando una visita a Madrid.
¿Cómo surgió la idea de los Cines Lys, y cuál ha sido vuestra trayectoria hasta ahora?
En su origen, el Cine Lys era un cine de única pantalla que inauguró el que fuera mi jefe, Bautista Soler, en el año 55 con La túnica sagrada. Era un local de unas 1800 butacas en el centro de Valencia. Después, en el 85, un incendio paralizó la actividad. Soler derrumbó el edificio y volvió a edificar un local de 14 salas, que inauguramos en 2001. Así que se puede decir, literalmente, que es un cine resurgido de sus propias cenizas [ríe].
Sois el único exhibidor completamente independiente en el top 15 de la taquilla española. ¿Dónde está el secreto?
Bueno, este éxito se debe a diversos factores. El primero y principal es que estamos ubicados en el mismo centro de Valencia, una zona privilegiada y muy bien comunicada con todas las líneas de transporte público. Por otra parte, tenemos un equipo humano del cual me
siento muy orgulloso y una alta dirección que me deja trabajar a mi antojo y han cometido ese error de confiar en mí
[ríe]. Y el tercer factor sería el público valenciano, que es fantástico y tiene una
respuesta a nuestra cartelera y nuestras actividades de la que estoy enormemente agradecido.
¿Cómo es vuestra relación con las distribuidoras, y cómo podría mejorarse?
Es una pregunta complicada y además con muchas aris tas. En primer lugar, debemos separar distribución de multinacional de distribución independiente. Cuando hablo de independiente me refiero a esas distribuidoras que traen no solo cine europeo, sino cine indie de todo el mundo. En nuestro caso, la relación es muy fluida con todos, aunque las multinacionales son más susceptibles si priorizas una película de una independiente. Antes de la pandemia, el porcentaje de trabajo con unos y con otros era, respectivamente, del 60% con la distribución multinacional y del 40% con la independiente. La comunicación con ellos requiere de apertura y, a veces, de tolerancia, porque hay ocasiones en las que los estrangularía, ye me imagino que ellos a mí [ríe]. Pero entonces, toca respirar hondo e intentar que la relación sea equilibrada.
¿Cómo es la comunicación con vuestro público? ¿Usáis canales distintos en función de la edad u otros factores?
Quiero pensar que siguen funcionando como canal de comunicación los carteles, lonas y vinilos que colocamos tanto en los pilares de la calle como en el interior. Creo que es una forma muy directa de llegar al espectador. Es cierto que tenemos también un buen equipo externalizado de marketing y comunicación que hace un trabajo arduo. Poseemos una base de datos de cerca de 25.000 socios, de los cuales casi la mitad son clientes activos -es decir, vienen al cine al menos una vez al trimestre-, que reciben la cartelera semanalmente. Como herramientas fundamentales de comunicación utilizamos tanto las redes sociales como el mailing
¿Cuáles de vuestros eventos e iniciativas son los más apreciados por el público?
Eso habría que preguntárselo al público [ríe]. Antes de la pandemia nos funcionaban muy bien los contenidos alternativos, como la ópera en directo. También es cierto que ese tipo de público es el que más nos está costando recuperar. Cuando llegó la pandemia nos tocó reciclarnos y
comenzamos a montar, junto con colegas de otros cines, una especie de cineclub online con la presencia de algún director, una vez a la semana. Fue fantástico, porque había mucha gente conectada a esos esas videoconferencias: llegamos a ser hasta 900 personas. Después de la pandemia, recuperamos el cineclub, que ahora hacemos los lunes. Funcionamos bajo una cuota de inscripción, necesaria para poder acceder; quienes asisten, pagan una entrada a un precio más económico. Siempre intentamos que vengan directores: por nuestro cineclub han pasado realizadores internacionales como Juan José Campanella o Viggo Mortensen, y prácticamente todos los directores de relevancia españoles: Alejandro Amenábar, Daniel Monzón, Belén Funes, Pilar Palomero, Gracia Querejeta, Benito Zambrano, Rodrigo Cortés, Rodrigo Sorogoyen, Icíar Bollaín… Es muy enriquecedor y el público sale satisfecho de este tipo de proyecciones. Es nuestro evento estrella. Por otra parte, tenemos Cita a ciegas con el cine, que comenzamos de manera regular en noviembre de 2022. En estas sesiones no hay publicidad sobre la película que se va a pasar: la gente entra y se sienta, y no sabe qué es lo que va a ver. El primer experimento -antes de establecer esta actividad de manera regular- lo hicimos con Language Lessons, y luego hemos puesto, por ejemplo, Broker o Babylon. La experiencia es, por un lado, que este evento levanta gran expectación entre el público. Por otra parte, es reconfortante ver los buenos comentarios de la
gente cuando abandona la sala. Te ayuda a seguir por este camino.
¿Cuáles son, en tu opinión y por orden de importancia, los tres temas más urgentes que la industria cinematográfica debe acometer cuanto antes?
Uno de los más importantes es, sin duda, la necesidad de una comunicación y una coordinación más fluidas entre los tres pilares de la industria: producción, distribución y exhibición. Creo que es vital, porque a veces da la impresión de que aquí cada uno se sienta en la mesa e intenta ver cuánto más puede comer. Y eso no puede ser: debemos hacer un reparto equitativo para todos. Creo que si contamos los unos con los otros, probablemente mejoremos muchísimo el mercado. Desde la exhibición, estamos dispuestos a sentarnos con quien haga falta, para abordar temas que nos incomodan y nos preocupan a todos. En segundo lugar, debe haber también más complicidad entre los propios exhibidores: no puede ser que se estén abriendo salas de cine unas al lado de otras. Y, por último, tenemos que ser muy cuidadosos con respecto a la colocación de la copias: no todos los cines son para todas las películas. Muchas veces, parece que una película -pongamos por caso, de Icíar Bollaín- debe estar presente en todas las salas de España. Quizá no sea así, y nos beneficie a todos que tenga una distribución más controlada.
¿Cuáles son las mayores dificultades para la exhibición hoy?
En primer lugar, hay que poner orden: no es posible que todas las semanas se lancen entre siete y doce películas, porque al final acabas estrenando bien cuatro. De hecho, muchas veces nos proponen un estreno, pero hablando con la distribuidora valoramos si la copia está en un cine vecino o cercano, y eso contribuye también a tomar decisiones. A veces es muy doloroso, porque hay películas que uno querría programar, pero hacerlo implicaría perjudicar a otras salas próximas que ya la exhiben, o entorpecería la recaudación de la película. Prefiero que en el cine donde se estrene, aunque no sea el nuestro, tenga una buena explotación. Pienso que hay que ser responsable a la hora de hacer la programación. Hay que trazar una estrategia de funcionamiento, que debe basarse necesariamente en un buen conocimiento de la propia audiencia.
Lo sentimos, plataformas, pero el tamaño sí importa. Es un eslogan provocador… ¿El tamaño importa?
Por supuesto, claro que importa quien te diga que no, miente [ríe]. Sobre todo si hablamos de cine. ¿Cómo vas a comparar una pantalla de 15 o 20 m, con una de televisión, por muy buena que sea? Es cierto que las plataformas han hecho mucho daño. Éramos conscientes de que iban a desembarcar, pero el advenimiento de la pandemia ha acelerado el proceso: ha sido un tiempo en el que todos hemos visto mucho contenido audiovisual en casa. Pero se debe reconocer que la complicidad que supone ver una película en una sala de cine, en pleno silencio y con el resto de la audiencia que tienes al lado… Eso no eso no se tiene con las plataformas. En la sala, el cine es sagrado.
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